miércoles, 19 de abril de 2017

Cada vez se pone mejor!!!

Esta aventura, a la que llamamos vida, podemos sobrellevarla como una carga pesada, larga y cansada. Probablemente sería justo. Sí, porque está llena de pesares, problemas, dolores, malos ratos y malos tratos, por mencionar algunas realidades cotidianas. Vivir pensando esto es una opción de vida, es válido. Y hay que seguir adelante. 

Pero creo que hay otra opción, a la que me sumo por supuesto, y es la de entender que a pesar de todos los sinsabores frecuentes, hay una serie de aspectos de la vida que valen la pena ser destacados y que hacen que la misma sea emocionante. Poneles atención a algunos de estos recursos vitales porque a mí me han resultado valiosos; no los he puesto por orden de importancia, sino como se me vienen ocurriendo: 

1. No estamos solos. Y con eso no postulo por la vida fuera de este planeta (esa es otra plática). Me refiero a que hay vida en este planeta, pero no más allá del horizonte, sino al lado o a la vuelta de la esquina. Hay quienes nos acompañan en esta vida. Nos toca a nosotros decidir si queremos inferir de ellos las cosas que no nos agradan o las que no. Porque todos tenemos defectos. Aunque un amigo mío decía algo como esto, en son de broma: "antes yo era orgulloso, ahora... soy perfecto!". Tenemos días malos, donde nadie nos aguanta, ni nosotros mismos. Y aunque suena a disculpa, los que saben nos dicen que si estamos enfermos, hace mucho calor o frío, tenemos dolor de cabeza, o ya estamos en la etapa de la menopausia o la andropausia, por mencionar algunos estados, podremos estar mal humorados, aislados, "retrecheros" (en Nicaragua, mi país, significa: pleitista, revoltoso), hipersensibles. Pero es mejor tener a nuestra gente cerca que no tenerla. No somos islas. Los demás, si lo pensamos bien, nos enriquecen. 

2. Siempre está la familia. Para los que tenemos familiares cerca, es una bendición tenerlos. En nuestra cultura latinoamericana son esenciales. Pueden ser metidos/metiches, sinceramente groseros, darnos consejos no solicitados y extemporáneos y ser pedigüeños, pero están ahí. Siempre. En las malas también. Extendiéndonos sus brazos. "Donde comen dos, comen tres" (o cinco, como en mi caso). "se le echa más agua a la sopa". "Mi casa es tu casa". 

3. Nuestros cómplices en el amor. En mi caso, partidario de las relaciones serias, permanentes, comprometidas, tradicionales y por tanto, sostenibles en el tiempo y la distancia, tuve la fortuna de hallarme en la vida a un ángel (¿o "ángela"?) que me aceptó tal como soy y se arriesgó a caminar junto a mí. No es bueno que el hombre o la mujer estén solos. Y las malas experiencias -incluso las brutales experiencias, las que dejan marcas y cicatrices, principalmente en el alma- no deben, ni pueden descalificar la belleza de una relación, donde prima el amor no fingido. Es cierto, mi ángela se enoja, me ha hecho su mirada fulminante y no comparte muchos de mis puntos de vista. También yo. No pasa nada. Y no pasa nada porque decidimos ver lo mejor del otro, voluntariamente ceder espacios y "derechos", disminuir los defectos del otro hasta su mínima expresión. Echarle ganas al asunto. Como escuché a alguien decir una vez, no se trata de decir en respuesta a la pregunta de cómo va la relación: "ahí vamos, luchando". ¿Luchando? El matrimonio, la relación de pareja, no es para ir por la vida luchando, a ver qué pasa, cuánto aguantamos, incrementar nuestro nivel de soporte del dolor.... La idea es disfrutarnos mutuamente y para eso no se requiere mucho: una conversación sosegada acompañada de su correspondiente taza de cafecito; un abrazo y un beso regalado sin pedirlo, ni exigirlo; una frase intencionada "levanta-ánimos"; o solo estar ahí en el día malo. Son cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás está...!!!

4. El trabajo. ¿Qué? Si, el trabajo. Gracias a Dios por tenerlo. Por estar mega-súper-ultra ocupados. Quizá no nos paguen lo justo, o no nos alcance con lo que nos paguen. A lo mejor el jefe nos regaña mucho, o nuestros compañeros nos hacen más pesado el día, o siendo claros, a estas alturas del juego esperábamos algo mejor. No sé. Pero qué bueno que tenemos trabajo. Un trabajo digno que sirve como medio para un fin mayor, el de atender las necesidades de la familia y, cuando se puede -y siempre se puede- ayudar a otro, a otros, con el micro-aporte que aún no llega a tamaño grano de mostaza. Entonces gracias a Dios por el jefe, los colegas, el cubil que tengo por oficina, el honorario (por si no llega a ser plural: los honorarios"), la rutina, la competencia, el día a día. Eso es parte de la vida. Bienvenido al planeta tierra.

5. La prole. Para mí los hijos son un milagro. Tengo tres milagros. Y todo el día se la pasan peleando, discutiendo, gastando energía -renovable debe ser, porque se reinicia al día siguiente-, poniendo quejas, inventando, exponiéndose al peligro, metiéndose en problemas, experimentando con todo y por todo, preguntando -y no sólo en la "etapa del preguntón"-, cuestionando, pidiendo, demandando.... Me he levantado muchas veces en la madrugada para ver si duermen bien y reafirmo mi convicción de que son un milagro. Un donde de Dios para la Mary, mi ángel, y para éste, su servidor. Me río de los comentarios como éste: "los hijos matan el amor de la pareja". Sólo el que no ha ensanchado su corazón para experimentar otros tipos de amor, que no seas el específicamente romántico, puede afirmar tal tontería. Es lo contrario, los hijos te completan, perfeccionan el amor de pareja; de alguna forma te purifican porque te hacen ser mejores, ser buenos. Esa manito chiquitita que me alcanza en el hueco de mi mano; ese pie que va creciendo, junto con la necesidad de nuevos zapatos; esa expresión de felicidad o de asombro que ilumina el rostro de mis hijos cuando abren el regalo, o se sorprenden por algo; todo eso, es insustituible. 

Para muestra un botón. Lo que he referido es apenas la punta del iceberg de las cosas que hacen que la vida valga la pena vivirla. 

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